Así como en la vida diaria hay costumbres que aportan al bienestar como caminar o tomar agua, también hay rutinas que pueden hacer lo contrario cuando se habla de dinero. A esas rutinas se les suelen llamar malos hábitos financieros.
Un mal hábito financiero es una costumbre que poco a poco puede afectar tu tranquilidad. Algunas acciones como dejar pasar la fecha de pago de una factura, gastar sin anotar o no revisar el estado de cuenta pueden parecer insignificantes, pero con el tiempo estas acciones se acumulan y terminan generando inseguridad respecto de las finanzas.
¿Por qué conviene reconocerlos? Porque al identificarlos:
- Evitas preocupaciones innecesarias.
- Reduces el riesgo de deudas que luego son difíciles de manejar.
- Reservas más dinero para las prioridades, la salud, la familia o un proyecto personal que te ilusione.
Algunos ejemplos de malos hábitos financieros:
- No llevar un registro de lo que gastamos. Al no anotamos los gastos, el dinero “se va” sin saber en qué.
- Pagar tarde facturas o tarjetas. Esto genera intereses y cargos que pueden evitarse.
- Usar la tarjeta de crédito como si fuera dinero extra. Puede terminar en deudas más grandes de lo esperado.
- No ahorrar para imprevistos. En caso de una emergencia, complicar la situación por no tener un respaldo con qué responder.
Pequeños pasos para cambiarlos
- Planea los gastos del mes. Escribir cuánto entra y en qué se va, te permite llevar un seguimiento continuo.
- Revisa las cuentas seguido: Mirar movimientos desde el celular o computador te da más control.
- Ahorrar, aunque sea un poco. Lo importante es la constancia más que la cantidad.
- Buscar orientación cuando cada vez que sea necesario. Aprender no tiene edad y siempre cuentas con el apoyo de tu banco o de alguien de confianza.
Reconocer un hábito financiero que no nos ayuda no es un error, es una oportunidad para seguir aprendiendo. Ajustar poco a poco tus hábitos financieros es una forma de vivir con más calma, confianza y bienestar.